viernes, 28 de septiembre de 2012

Mis problemas con Coelho y los gurúes.

No, mi cielo, no. Los problemas no los vas a solucionar leyendo a Coelho ni respirando primero por un agujerito y después por el otro como dice el Ravi no sé cuánto. Los problemas los resolvés poniéndole el pecho a las balas. Tomate un whisky, una guaraná, una coca con mentos, una agaromba y dale para adelante, no esperes salir del pozo con recetas milagrosas. Es una bosta, a veces, es verdad. Hay cosas que simplemente no deberían pasar, porque son muy mierda, muy para abajo, muy contra la naturaleza, muy anti felicidad, viste. Pero es así, son parte de la vida. Yo soy un asco resolviendo situaciones dolorosas. Un asco mal. Me pego un par ¿par? de días llorando, otro par "muriendo", otros compadeciéndome y luego me viene el estallido de mala leche donde odio al mundo, al causante de mi malestar, sea cual sea su naturaleza, y después, no me preguntes cómo, salgo a flote. Me duran las secuelas, no lo niego. Son como esquirlas que no terminás de sacar y, según como te sentás, duelen. Pero bueno, es eso o morirte, así que a aguantar, sentarte de costado y seguir viviendo. No te niego que algunas veces me encantaría tener fe en algo para poder creer que hay un plan divino motivo por el cual tenés que pasar por mil infiernos hasta que se te arme completo "el puzzle de la vida", pero como no creo ni en Dios, no creo en nada de ahí para abajo... Estoy frita. Sola con mi descreimiento. Aunque confieso que siento que nací con un destino marcado, que de algún modo voy hacia donde se supone que debo ir. Y está bueno, porque me libera de la presión de tener que pasar horas de rodillas frente a un altar, mandar 200 mensajes en cadena, o juntar tréboles de 4 hojas.
Me leo y parece que la tengo clara. Soy una genia.

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Ahora en serio, mi admiración a quienes están pasando momentos realmente difíciles y salen al mundo con su mejor sonrisa, a pesar de todo. Si los ayuda un libro, una respiración, una oración o un trébol, bienvenidos sean.