domingo, 30 de octubre de 2011

Tiré los peines a la basura

Mi amiga zen, a la que casi siempre califico de pelotuda a pedal (con su total conocimiento y hasta consentimiento), me mandó una cadena de mail que decía entre otras cosas:
  • Hacer el amor, despeina
  • Reírte a carcajadas, despeina.
  • Viajar, correr, meterte en el mar, despeina.
  • Sacarte la ropa, despeina.
  • Besar con pasión, despeina.
  • Jugar, despeina.
  • Bailar, despeina.
No sé por qué extraña razón, lo leí (generalmente borro las cadenas desde la bandeja de entrada, no sea cosa que  lea el mensaje, no envíe 200 copias y me caigan encima los siete jinetes del apocalipsis) y zaz! me hizo pensar, maldita sea. Me quedó rondando en la cabeza el fucking mensajito y me di cuenta que sin darte cuenta, pasada la adolescencia, uno se va estructurando, se va peinando más de la cuenta, dejando de lado cosas simples pero vitales. La rutina nos aplaca, nos pone gel y ata el pelo. Leo y pienso que soy yo la que está escribiendo... yo, que hasta hace unos días no podía con la tristeza de sentirme apática, perdida, incapaz de poder con todo, peinada a la gomina como Gardel. Y me digo: Laura, soltate el pelo!!! Hacé lo que sientas, caminá descalza, cantá, bailá, jugá con Luz como una nena más, y el que quiera que se dé vuelta a mirarte y siga gastando tiempo en mantener su pelo engominado.


miércoles, 19 de octubre de 2011

Basta

Lo que decimos y cómo lo decimos se convierte en el núcleo de nuestra comunicación. Expresar claramente lo que pensamos y lo que sentimos es fundamental. Cada vez nos resulta más difícil exteriorizar aquello que verdaderamente queremos que los demás sepan de nosotros, y eso puede deberse, entre otras cosas, a una autoestima deficitaria. Esta carencia no sólo repercute negativamente en quien es portador del problema, sino también en los "vivitos" que nos rodean y la utilizan para manipularnos y lograr que pensemos y actuemos como ellos desean. Muchas veces terminamos  relegados a planos absolutamente secundarios y dependiendo de la opinión de quienes le otorgamos el poder de decidir o aconsejarnos acerca de nuestros conflictos. El arma del mediocre, el arma del ignorante, el arma de quien intenta ejercer el poder sea como sea, recurriendo a cualquier argumento que justifique su proceder, es vulnerar la autoestima de quien desea someter, haciéndole creer de su incapacidad para sobrevivir sin su apoyo y sin su consejo. ¿Vale la pena perder nuestra libertad para que otras personas hagan con nosotros lo que ellos entienden justo y bueno? ¿Hasta cuando soportar lo que no merecemos? En el acierto o en el error, tenemos derecho a tomar nuestras propias decisiones, dejar que las culpas se trasladen a quienes maliciosamente se fueron apropiando de nuestra libertad, en muchos casos mintiendo para ganar nuestra confianza.

Hoy dije basta. BASTA.

miércoles, 12 de octubre de 2011

Es crecer

Los grandes adioses se dicen pocas veces en la vida. Hay muchos chau, muchos adiositos, pero pocos, muy pocos adioses de esos que terminan, que rompen una historia. Saber decir adiós es bueno; romper, desprenderse, olvidar... porque decir adiós es sano cuando se despide lo que daña. Las cicatrices de los adioses grandes también enseñan a vivir.