viernes, 19 de agosto de 2011

Capítulo I


Que trata de los hombres que no pueden comprometerse, los histéricos, los que se jactan de su soltería desmesurada y todo eso. El tema del día de la fecha es que hay un espécimen, todavía peor, que es el que es todo eso pero no lo asume, por tanto se pone de novio compulsivamente y es don perfecto hasta que muestra la hilachita, (muestra el ovillo entero en un zaz!, mejor dicho) y durante un buen tiempo no hace otra cosa que mandarse una cagada tras otra, las cuales en el 96% de los casos, son a causa (según él) principalmente de su enamorada, seguido de la vida, de mamá, de papá, de Dios, de su extrema e inexistente hipersensibilidad y/o de la insoportable levedad del ser. En el 4% de los casos pide perdón, ahí es cuando la cagada es tal que hasta él mismo no puede creerlo (y lo que en realidad hace es autopedirse perdón, jamás va a ser en consideración al otro). Cada vez le importa menos el dolor ajeno y se va centrando en el dolor propio, el cual habría que contratar a Indiana Jones para descubrirlo, porque siempre parece escondido en el más recóndito lugar del mundo y jamás es claro. Mientras realiza toda esta puesta en escena, va descubriendo los puntos débiles de la pobre mina que ha caído en sus garras; detecta qué cosas la hacen enojar sí o sí y las pone en práctica... para luego quedar él como la víctima. Adorna todo este escenario con promesas sin pie ni cabeza, mentiras compulsivas, amigas que aparecen de la nada, misteriosas y abruptas rupturas de esas amistades, caprichos pelotudos, exigencias al por mayor, amenazas emocionales y por el contrario: mil millones de teamos por día, regalos, elogios desmesurados y hasta lágrimas de amor. Cuando su pareja está ya al borde de la locura y no entiende una mierda de lo que está pasando, da su golpe final borrando de repente toda la artillería “afecto” e intenta cortar la relación de la manera más retorcida que puede: inventando excusas para estar muy, muuuuy enojado, buscando “evidencias” de la mala fe de la pobre ángela, poniendo en primer plano sus problemas personales acompañados de depresión, insomnio, adicción e incomunicación. Cuando la mujer decide preguntarle cuáles son sus problemas (qué boluda, encima le pregunta), en vez de contestar como haría cualquier ser normal, se cierra culpando a su interlocutora de no ser "contenedora" ni "comprensiva" y hasta extrapolando sus problemas hacia ella, por más que el problema sea que Peñarol no salió campeón, siempre se las va a ingeniar para construir un hilo conector que tenga que ver con ella como causa de todos los males. Si aún así la mina intenta entenderlo y cuidarlo porque lo quiere (awwwwww) recurre a la excusa de "tomarse un tiempo" (claaa, amás a alguien pero en vez de conservarlo decidís no verlo, pero porrrr favorrrr) y si al menos esto fuese planteado directamente vaya y pase, pero no, va a ser proyectado en el otro e incluso mencionado a un tercero para que la otra se entere y se enoje y corte la relación (fuaaaaaa). Todo este mierdazal (¿?) para encubrir que al tipo le calienta otra, es puto, le gusta más el deporte onanístico, prefiere comer galletitas, etc. Y obviamente,  al poco tiempo, zákate!, conocerá a otra chica y nuevamente se mostrará como don perfecto y se pondrá en víctima diciendo que todas sus ex lo dejaron tirado, le gritaban y le ponían los cuernos.
Por supuesto que esto nunca me pasó a mí. Me lo contaron (?)



2 comentarios:

Lua Seomun dijo...

jajajajaja! Si creo... q una amiga me contó una vez q le pasó algo parecido...

Ay que ver que locuras pasan en esta vida...

Lo bueno, es que al final del cuento, la princesa siempre despierta y ve que el gran príncipe azul destiñe y ni es azul ni es principe... y no vale absolutamente nada...

Anónimo dijo...
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